Os escribo desde mi nueva casa en Chiang Mai, Tailandia. 🇹🇭

Con 33 añitos recién cumplidos, ¿qué mejor manera de empezar esta carta que compartiendo el mejor regalo de este año? 😃

Nuestra casita en Chiang Mai, Tailandia

Como os adelanté en alguna de las cartas anteriores, en enero de 2023 tenía planeado dejar todo en España para comenzar a vivir viajando.

Sinceramente, después de un año de espera y muchas expectativas, a medida que se acercaba el 14 de enero (nuestra fecha de partida) tenía una extraña sensación de que algo iba a salir mal. Será porque la vida siempre se ha presentado de forma agridulce y mi cabeza es incapaz de contemplar un estado de tanta plenitud y felicidad. Hasta el día que pisamos Atenas (nuestra primera escala) no me lo creí.

El hecho de vivir viajando nunca ha estado en “mi top de necesidades vitales”, la verdad es que siempre he hecho un poco (bastante) lo que he querido. Cuando lo he necesitado he huido, he viajado, me he mudado o me he escondido. Pero esta vez me exponía a un nuevo reto: vivir sin planes.

Literalmente, no sabemos dónde estaremos en un mes, ni cuánto ingresaremos, ni qué haremos. Es como dar un salto al vacío confiando en que todo lo que hicimos, construimos y experimentamos en el pasado nos ayudará para “ir resolviendo”.
Sergio y yo tenemos fe en ello, ¿por qué no íbamos a tenerla?, nos hemos pasado la vida trabajando, estudiando, exigiéndonos…

¿Y qué es lo peor que puede pasar? En nuestro caso, quedarnos donde estábamos y no ser capaces de descubrir hasta donde podríamos haber llegado.

Uno de los aspectos que más hemos trabajado en este tiempo de transición, hasta el momento de volar a Asia, ha sido el desapego.

Por un lado, el desapego material, ya que tuvimos que despedirnos de nuestro nidito en Titulcia (Madrid), nuestros coches, nuestra ropa y nuestros libros (muy importante). Y, por otro lado, el desapego emocional de nuestra profesión de toda la vida, nuestros clientes, amigos y familia. Os grabamos un capítulo de pódcast sobre ello, podéis encontrarnos en Spotify, Ivoox y Youtube.

El apego a la seguridad, a la estabilidad o a lo familiar no es malo per se, por lo menos, así me gusta verlo. De hecho, es una de las razones por las que creamos vínculos y por las que, muchas veces, evitamos riesgos reales para nuestro bienestar.

Sin embargo, comienza a ser perjudicial cuando esas “ataduras” imaginarias nos alejan de nuestro centro, de nuestra naturaleza más esencial.

Carla siempre fue una niña libre y aventurera. Mi madre conserva notas de cuando tenía tan solo meses, en las que decía “A Carla le encantan los retos”, “siempre quiere hacer todo por sí misma”. Tenéis aquí la prueba 🤗:

Y sigue siendo así, retarme me da vida, me entusiasma. La monotonía me apaga, o como yo digo, me marchita. Yo opino que todos necesitamos cierta dosis de reto, ¿no es así?

Pero qué difícil es SOLTAR. Lo cierto es que también se entrena, os lo aseguro.

Me encantaría oír vuestra opinión en los comentarios de este artículo. . También puedes escribirme por privado en instagram o contestar a este email.

Mucho power.

Carla.